viernes, 16 de diciembre de 2011

Noticia curiosa sobre aseos públicos

Noticia curiosa de cómo son algunos aseos públicos.

Fuente :
http://pieldetoro.blogs.latribunadeactualidad.es/2011/12/14/los-banos-espanoles-o-como-he-desarrollado-unos-muslos-impresionantes/


De todas las cosas que más me han chocado en España creo que la más destacada tiene que ser los servicios públicos en España. Me explico, voy a un restaurante elegante, unos camareros muy atentos y elegantes, una mesa muy puesta y una comida buenísima. Aguanto las ganas pero al final no puedo más y me excuso para orinar. Veo que hay una cola así que me pongo a esperar, preparada para defender mi puesto hasta la muerte, dado que esperar en cola no es una de los talentos de los ibéricos, para ellos mejor es el sistema de intentar colarse. Veo a un par de mujeres muy elegantes y muy guapas, lo que ofrecen muchas españolas de mi generación, salir del aseo y por fin me toca a mí. Entro toda ilusionada y veo la primera de dos cosas, que no hay papel higiénico por ningún lado lo cual me hace preguntar ¿cómo se han limpiado esas mujeres elegantes que me adelantaron o con un kleenex que todas las españolas saben que es imprescindible llevar a todas horas o que simplemente se han agitado todo el cuerpo para secarse las ultimas gotitas? Prefiero pensar que ha sido la primera opción. Luego me fijo y veo que hay gotitas de orina en el mismo retrete. Mis opciones son limitadas en estos momentos, o aguanto para el próximo sitio que va a ser un bar y probablemente en peores condiciones que este aseo o intentar orinar de pie usando los músculos de los muslos. Elijo la segunda opción y a la vez intento sacar un kleenex de mi bolso (todavía de pie) mientras grito “ocupado” cuando alguien intenta abrir la puerta. Termino agotada pero eso sí, después de haber desarrollado mis muslos. Reconozco que esto no pasa en todos lados pero sí pasa mucho más de lo que me gustaría. Compensa un poco la vuelta a la mesa donde los camareros te miran con una sonrisa pícara cuando tú les sonríes. En los Estados unidos los camareros suelen tener 20 años y están intentando ganar una buena propina y de sexualidad nula, no te van a echar ninguna mirada pícara en un ningún momento, algo que agrada mucho a esta mujer de cuarenta años.


Luego hay los baños en las casas personales. ¿Dónde está la papelera?, ese pequeño cubito de basura donde una mujer puede tirar las toallitas para sacar su maquillaje y si tiene la regla, esos productos. Pues, hay que atravesar toda la casa con el regalito en mano para tirarlo en el cubo de la cocina donde te preguntan los otros inquilinos, “¿tienes la regla?” No soy española, no veo que toda la casa tenga que saber que tengo la menstruación y luego analizarlo. Soy muy privada en eso, me da igual que tengas mucho flujo o poco. Ahora si quieres hablar del sexo, ningún problema, te puedo contar cualquier cosa, pero veo que por tu cara de horror cuando revelo algo personal en ese campo que va a ser que no. Hablemos de la regla, que para las españolas no es una cosa tan personal. Venga, me adapto y oculto la cara de aburrimiento y asco cuando me dices que has manchado las sabanas y que no puedes ir a nadar porque tienes la regla. Pregunta tonta de mi parte, “¿y no usas tampones?” Otra cara de horror, claro que no, si son incómodos. Sé la historia de memoria, me lo ha pasado tantas veces. Pero bueno, me adapto a las circunstancias, tomo una bolsa de plástico de Carrefour y la pongo en la puerta, queda algo cutre lo sé pero me siento más cómoda así y al final de mi estancia tiro mi bolsita y nadie tiene porque enterarse de nada.

En muchas casas no hay ni extractores ni ambientador en los baños, ni cerradura con llave en las puertas. Soy abierta y nada modesta pero aun así me gustaría unos momentos de privacidad y poder salir sin todo el mundo comentando lo que han escuchado dentro. No obstante, compensa mil veces la hospitalidad con que los españoles con estos baños me han cogido en sus casas. Y para los baños públicos hay muy buena solución: ir a los hoteles más finos como si estuvieras hospedado allí. En Madrid cuando estoy de paseo, suelo orinar en el Ritz y nadie ninguna vez me ha dicho nada. Allí sí, se está en la gloria y por un momento, orinando tengo la fantasía de estar alojada allí. Salgo allí una persona nueva lista para enfrentarme con el bar de esa noche donde tendré la oportunidad de desarrollar mis gloriosos músculos de los muslos pero en buena compañía, eso si es necesario para que los aseos te parezcan anecdóticos y no escandalosos.

 De todas las cosas que más me han chocado en España creo que la más destacada tiene que ser los servicios públicos en España. Me explico, voy a un restaurante elegante, unos camareros muy atentos y elegantes, una mesa muy puesta y una comida buenísima. Aguanto las ganas pero al final no puedo más y me excuso para orinar. Veo que hay una cola así que me pongo a esperar, preparada para defender mi puesto hasta la muerte, dado que esperar en cola no es una de los talentos de los ibéricos, para ellos mejor es el sistema de intentar colarse. Veo a un par de mujeres muy elegantes y muy guapas, lo que ofrecen muchas españolas de mi generación, salir del aseo y por fin me toca a mí. Entro toda ilusionada y veo la primera de dos cosas, que no hay papel higiénico por ningún lado lo cual me hace preguntar ¿cómo se han limpiado esas mujeres elegantes que me adelantaron o con un kleenex que todas las españolas saben que es imprescindible llevar a todas horas o que simplemente se han agitado todo el cuerpo para secarse las ultimas gotitas? Prefiero pensar que ha sido la primera opción. Luego me fijo y veo que hay gotitas de orina en el mismo retrete. Mis opciones son limitadas en estos momentos, o aguanto para el próximo sitio que va a ser un bar y probablemente en peores condiciones que este aseo o intentar orinar de pie usando los músculos de los muslos. Elijo la segunda opción y a la vez intento sacar un kleenex de mi bolso (todavía de pie) mientras grito “ocupado” cuando alguien intenta abrir la puerta. Termino agotada pero eso sí, después de haber desarrollado mis muslos. Reconozco que esto no pasa en todos lados pero sí pasa mucho más de lo que me gustaría. Compensa un poco la vuelta a la mesa donde los camareros te miran con una sonrisa pícara cuando tú les sonríes. En los Estados unidos los camareros suelen tener 20 años y están intentando ganar una buena propina y de sexualidad nula, no te van a echar ninguna mirada pícara en un ningún momento, algo que agrada mucho a esta mujer de cuarenta años.


Luego hay los baños en las casas personales. ¿Dónde está la papelera?, ese pequeño cubito de basura donde una mujer puede tirar las toallitas para sacar su maquillaje y si tiene la regla, esos productos. Pues, hay que atravesar toda la casa con el regalito en mano para tirarlo en el cubo de la cocina donde te preguntan los otros inquilinos, “¿tienes la regla?” No soy española, no veo que toda la casa tenga que saber que tengo la menstruación y luego analizarlo. Soy muy privada en eso, me da igual que tengas mucho flujo o poco. Ahora si quieres hablar del sexo, ningún problema, te puedo contar cualquier cosa, pero veo que por tu cara de horror cuando revelo algo personal en ese campo que va a ser que no. Hablemos de la regla, que para las españolas no es una cosa tan personal. Venga, me adapto y oculto la cara de aburrimiento y asco cuando me dices que has manchado las sabanas y que no puedes ir a nadar porque tienes la regla. Pregunta tonta de mi parte, “¿y no usas tampones?” Otra cara de horror, claro que no, si son incómodos. Sé la historia de memoria, me lo ha pasado tantas veces. Pero bueno, me adapto a las circunstancias, tomo una bolsa de plástico de Carrefour y la pongo en la puerta, queda algo cutre lo sé pero me siento más cómoda así y al final de mi estancia tiro mi bolsita y nadie tiene porque enterarse de nada.

En muchas casas no hay ni extractores ni ambientador en los baños, ni cerradura con llave en las puertas. Soy abierta y nada modesta pero aun así me gustaría unos momentos de privacidad y poder salir sin todo el mundo comentando lo que han escuchado dentro. No obstante, compensa mil veces la hospitalidad con que los españoles con estos baños me han cogido en sus casas. Y para los baños públicos hay muy buena solución: ir a los hoteles más finos como si estuvieras hospedado allí. En Madrid cuando estoy de paseo, suelo orinar en el Ritz y nadie ninguna vez me ha dicho nada. Allí sí, se está en la gloria y por un momento, orinando tengo la fantasía de estar alojada allí. Salgo allí una persona nueva lista para enfrentarme con el bar de esa noche donde tendré la oportunidad de desarrollar mis gloriosos músculos de los muslos pero en buena compañía, eso si es necesario para que los aseos te parezcan anecdóticos y no escandalosos.
De todas las cosas que más me han chocado en España creo que la más destacada tiene que ser los servicios públicos en España. Me explico, voy a un restaurante elegante, unos camareros muy atentos y elegantes, una mesa muy puesta y una comida buenísima. Aguanto las ganas pero al final no puedo más y me excuso para orinar. Veo que hay una cola así que me pongo a esperar, preparada para defender mi puesto hasta la muerte, dado que esperar en cola no es una de los talentos de los ibéricos, para ellos mejor es el sistema de intentar colarse. Veo a un par de mujeres muy elegantes y muy guapas, lo que ofrecen muchas españolas de mi generación, salir del aseo y por fin me toca a mí. Entro toda ilusionada y veo la primera de dos cosas, que no hay papel higiénico por ningún lado lo cual me hace preguntar ¿cómo se han limpiado esas mujeres elegantes que me adelantaron o con un kleenex que todas las españolas saben que es imprescindible llevar a todas horas o que simplemente se han agitado todo el cuerpo para secarse las ultimas gotitas? Prefiero pensar que ha sido la primera opción. Luego me fijo y veo que hay gotitas de orina en el mismo retrete. Mis opciones son limitadas en estos momentos, o aguanto para el próximo sitio que va a ser un bar y probablemente en peores condiciones que este aseo o intentar orinar de pie usando los músculos de los muslos. Elijo la segunda opción y a la vez intento sacar un kleenex de mi bolso (todavía de pie) mientras grito “ocupado” cuando alguien intenta abrir la puerta. Termino agotada pero eso sí, después de haber desarrollado mis muslos. Reconozco que esto no pasa en todos lados pero sí pasa mucho más de lo que me gustaría. Compensa un poco la vuelta a la mesa donde los camareros te miran con una sonrisa pícara cuando tú les sonríes. En los Estados unidos los camareros suelen tener 20 años y están intentando ganar una buena propina y de sexualidad nula, no te van a echar ninguna mirada pícara en un ningún momento, algo que agrada mucho a esta mujer de cuarenta años.


Luego hay los baños en las casas personales. ¿Dónde está la papelera?, ese pequeño cubito de basura donde una mujer puede tirar las toallitas para sacar su maquillaje y si tiene la regla, esos productos. Pues, hay que atravesar toda la casa con el regalito en mano para tirarlo en el cubo de la cocina donde te preguntan los otros inquilinos, “¿tienes la regla?” No soy española, no veo que toda la casa tenga que saber que tengo la menstruación y luego analizarlo. Soy muy privada en eso, me da igual que tengas mucho flujo o poco. Ahora si quieres hablar del sexo, ningún problema, te puedo contar cualquier cosa, pero veo que por tu cara de horror cuando revelo algo personal en ese campo que va a ser que no. Hablemos de la regla, que para las españolas no es una cosa tan personal. Venga, me adapto y oculto la cara de aburrimiento y asco cuando me dices que has manchado las sabanas y que no puedes ir a nadar porque tienes la regla. Pregunta tonta de mi parte, “¿y no usas tampones?” Otra cara de horror, claro que no, si son incómodos. Sé la historia de memoria, me lo ha pasado tantas veces. Pero bueno, me adapto a las circunstancias, tomo una bolsa de plástico de Carrefour y la pongo en la puerta, queda algo cutre lo sé pero me siento más cómoda así y al final de mi estancia tiro mi bolsita y nadie tiene porque enterarse de nada.

En muchas casas no hay ni extractores ni ambientador en los baños, ni cerradura con llave en las puertas. Soy abierta y nada modesta pero aun así me gustaría unos momentos de privacidad y poder salir sin todo el mundo comentando lo que han escuchado dentro. No obstante, compensa mil veces la hospitalidad con que los españoles con estos baños me han cogido en sus casas. Y para los baños públicos hay muy buena solución: ir a los hoteles más finos como si estuvieras hospedado allí. En Madrid cuando estoy de paseo, suelo orinar en el Ritz y nadie ninguna vez me ha dicho nada. Allí sí, se está en la gloria y por un momento, orinando tengo la fantasía de estar alojada allí. Salgo allí una persona nueva lista para enfrentarme con el bar de esa noche donde tendré la oportunidad de desarrollar mis gloriosos músculos de los muslos pero en buena compañía, eso si es necesario para que los aseos te parezcan anecdóticos y no escandalosos.

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